Al anochecer
Ojalá y cuando acabe el día lluevan palabras y que éstas detengan las agujas del reloj. Como hacíamos antes, a la vera del fuego o haciendo un corro en la puerta de casa, nos contaremos historias mientras Venus se hace visible y enciende la noche.

La partida

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El mundo del olvido, visto de cerca, es como una mesa muy larga, que no se sabe dónde empieza ni dónde acaba. A un lado, acostumbra a haber un ser que no tiene nada a ver, pero como no le está permitido reconocer la puerta por dónde ha entrado, puesto que esta desaparece en medio de un paisaje dibujado por una goma de borrar vidas, tampoco puede salir para tornar al hogar. Al otro lado, hay mucha gente: Seres olvido, familia, amigos, neurólogos, psiquiatras, psicólogos, médicos de familia, centros de día, residencias, representantes de varias administraciones...Sobre la mesa, si nos fijamos, podemos ver varios juegos que no se asemejan a los que habitualmente utilizamos para divertirnos en las tardes lluviosas, o como punto y final de ágapes familiares. Son extraños y angustiosos. Están compuestos por pensamientos estremecedores, pesadillas, impotencia, un grito constante de ¡piernas ayudadme, que no aguanto más!... Se juegan partidas simultáneas. El ser solitario lo hace contra todos los que tiene en frente. No puede perderse ninguno de los movimientos de los contrincantes y debe tener controlados minuciosamente los suyos ya que, si quiere descansar, debe ganar las partidas que se prolongan en el tiempo, diezmando esta clase de poderoso ejército vestido de indescriptibles juegos de mesa.
En este mundo, además de hacerlo con tinta invisible, se escribe la vida con faltas de ortografía. Es una hoja de bordillos anchos y vacíos, sin ninguna anotación, totalmente des-estructurada, con un nombre lo suficiente conocido, Alzheimer, pero sin forma, donde la gente que llega se pierde. De nada les sirve escudriñar con avidez, empequeñeciendo los ojos, con el fin de encontrar una señal que tan sólo los ayudará a llegar a la cruz que marca el camino de entrada y los obligará a andar reculando y en círculo, por una vereda que se asemeja  a una gran telaraña, zigzagueante y llena de cruces.
La gente que “allí nace”, hijos de un destino que al día de hoy nadie puede enmendar, empequeñece y les duelen los pies y las espaldas, que se curvan cuando andan; con la fragilidad de las flores que se agachan con humildad al recibir la luz del sol. No saben dónde pararse, no saben si hacerlo o continuar hasta el final del ocaso o el principio de la albada, donde quizás las estrellas nocturnas y las diurnas, los ayudarán a salir del fresco y oscuro escondrijo en que se encuentran. De pronto, llegan a articular alguna frase imperativa: “Vamos” o una en qué se refleja una intención: “Me voy”. ¿Dónde querrán ir? A veces consiguen asomarse a una claro, gracias al rescate de recuerdos imprecisos que les permite, aunque sea durante un instante, sentir latir el corazón de manera firme y recuperar al ser encallado en lugares más frescos del tiempo: 

“Que bien que está...”
“La señorita del pan pringado”

“Arriba en la montaña tengo un nido...”
“Que nunca ha visto nadie cómo es...”

“Las mañanitas de Abril...”
“Buenas són para dormir”

Este rescate, marea a quien tiene en su entorno consiguiendo que lleguen a crear espejismos del tipo: “No está tan mal...”. Otras veces, habría sido mejor que no salieran de la penumbra. Son aquellos momentos en que se han adentrado en la fase de la incontinencia, en la de las desavenencias, en la de la agresividad, en la de vivir en un lugar que no sea su casa, o en la de dibujar un cuatro fetal encima de una cama, sin moverse, llenos de llagas y la luz, traviesa, ilumina episodios que hace falta resolver lo antes posible. Resolver...Qué verbo más simple, avaro, usurero..., cuando se conjuga en este mundo. Cosen la vida a pedazos de diferentes colores, sabores, olores, sentimientos y emociones, parecidas a las bolsas que la Mujer Olvido, uno de los seres de éste mundo, cose con la cabeza baja, sin ver nada ni a nadie,  en el Centro de Día, cuando intentan mantenerla activa con aquello que había sido su trabajo. Ahora un cuadrado rojo, ahora uno morado, ahora uno verde...La mano temblorosa, toma seguridad al coger la aguja enhebrada y dibuja sobre el trozo de ropa un camino con punto atrás, pequeñito y enfilado, parecido a una procesión de hormigas sobre la corteza de un árbol. ¿Qué camino se ha de coger para ayudar los seres olvido? La vida está llena y a menudo dudamos cual. Ellos, se deleitan por el del regreso a tiempos vividos. Un hilo errático que discurre por mil realidades entrelazadas, simples o complejas, cambiantes. Nosotros escogemos el de la queja, el de la lucha en las diferentes partidas simultáneas que, aun cuando jugamos a ganar, están perdidas antes de empezarlas; el de la depresión que nos humaniza mostrándonos la faz de la debilidad, mientras nos vamos preguntando cual sería la solución. Quizás esta es: No hacerse preguntas sobre si hace falta o no continuar adelante, esconder el llanto y girar en aquel ángulo del sendero calcado del anterior, sin prisa, sin titubear y seguir atajando, mientras intentamos hacer frente al pensamiento que nos llega sobre si es mejor la muerte o la gran mentira del olvido. Cuando se acaba la partida, todas las fichas van a parar a la misma caja.
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