Verdean las varas de los almendros, pero tus ojos trasnochados no las reflejan.
Has encanecido mirando una y otra vez la misma cara lunar. Me pregunto la manera de conseguir que su desgastado brillo resalte, con la ayuda de la penumbra de la otra cara. Esa en la que todo parece esconderse.
Que complicado resulta, a veces, avanzar. Más si cabe, cuando no se sabe de lugares ni de pasos y aunque vayas hacia delante retrocedes.
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Dime, te escucho...