Al anochecer
Ojalá y cuando acabe el día lluevan palabras y que éstas detengan las agujas del reloj. Como hacíamos antes, a la vera del fuego o haciendo un corro en la puerta de casa, nos contaremos historias mientras Venus se hace visible y enciende la noche.

Cita a ciegas

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Siguiendo un único patrón de conducta, como siempre que exponían los cuadros de Vermeer, me dirigí al Museo. El hecho de haber reservado la visita con antelación, no me dispensó de las largas colas para poder ver con plenitud los cuadros. Sin embargo, cuando me encontré delante de aquél, el de la dama que leía ante el ventanal, conseguí abstraerme de cualquier cosa ajena al espacio donde tenía lugar la escena. Incluso se alejaron las conversaciones en múltiples idiomas de mi alrededor. Mientras pensaba en lo absurdo que era para mí la relevancia, por encima de la contemplación directa, de la explicación de un experto, la mirada estableció comunicación con el cuadro.  La ensoñación me despertó en paralelismos literarios con el relato de Edgar Allan Poe, "El retrato oval". Nunca he podido evitar que la mirada viaje entre la pintura y todo lo que me recuerda. Cada pincelada era una evocación gratificante y sugerente.
Las agujas del reloj se detuvieron hasta que, sin darme cuenta, otro campo visual captó mi atención. Sentada en el banco situado entre el cuadro y yo, había una mujer, absorta completamente en la lectura de un catálogo. O quizás era una carta que había cogido del buzón, antes de visitar el Museo y encontró el momento de leerla en aquel rincón; ajena al decorado pictórico representado a su espalda. Fue chocante la aparición de aquella escena, tanto, como la cadena de preguntas que se me formaron en el pensamiento... ¿Qué leía? ¿Qué pensaba? ¿Qué esperaba? Sentí como si la figura de la Dama de Vermeer hubiera abandonado el lienzo que la contenía, para salirme al encuentro. El juego de miradas que se estableció entre la mujer sentada en el banco y yo, cuando ésta tomó conciencia de que la observaba, me hizo abandonar total y conscientemente la contemplación de la obra que durante tanto tiempo había perseguido.





3 comentaris:

Adentrarse en la mirada de los otros al igual que en el interior de un cuadro es el momento de fusión más completo que para mi existe.
Puedo recordar miradas durante años. Aunque no recuerde a la persona.
Y cuadros aunque no recuerde el lugar donde los vi.
Abraçades.


CONSIDERO ESTE RELATO VALIOSO Y TE DOY MI RAZONAMIENTO, PILAR, HAS CONSEGUIDO QUE NOS ADENTREMOS EN EL COMPLEJO INTERIOR DE NUESTRA MENTE GENERANDO UN ANÁLISIS SOBRE LO VULNERABLE QUE ES: SÓLO HIZO FALTA UNA IMAGEN, UN HECHO, PARA QUE EL MÁXIMO PLACER DE UN MOMENTO QUEDASE BORRADO POR OTRO, TAL VEZ MENOS SUSTANCIAL, PERO CON LA FUERZA SUFICIENTE PARA LIDERAR LA CURIOSIDAD DEL PERSONAJE.

UN ABRAZO, AMIGA

FINA


Bazet. Adentrarse en la mirada del otro...y aprender a mirar de otra manera. A veces, es esencial.

Fina. Agradezco tu evaluación y el posterior razonamiento. ¿Sabes? Una vez tuve un profesor que únicament concebía el arte a través de su mirada. Sin embargo le saqué provecho, ya que su actitud me enseñó a mirar los cuadros desde diferentes perspectivas, para no caer en su error. Incluso, a veces, como el día que escribí el relato, me permito que los personajes y paisajes reflejados desceindan del lienzo.
PETONS!


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