¿Encontraría a la maga? Tantas veces me había bastado asomarme, viniendo por la “rue de Seine”, al arco que da al “Quai de Conti”, y apenas la luz de ceniza y olivo que flota sobre el río me dejaba distinguir las formas, ya su silueta delgada se inscribía en el “Pont des Arts”, a veces andando de un lado a otro, a veces detenida en el pretil de hierro, inclinada sobre el agua.
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Y saber que cada vez falta menos, que nuestra época todavía no ha comenzado y que inventaremos historias hermosas con finales tristes en alguna habitación vacía que nos tendrá como únicos habitantes.
(Julio Cortázar: Rayuela)
Empujamos la vida con la punta del zapato, acatando unos itinerarios que nos obligan a saltar líneas muy delgadas que se fugan, rompiendo rutinas. Avanzamos cojeando en soledad, adquiriendo habilidades que nos permiten llegar hasta el confín de un momento crucial. La boga de un montón de historias enterradas se recuesta en murmullos cómplices. Cruzamos puentes aventurándonos en la complejidad de un juego que nos invita a poner los dos pies en el suelo, justo en la mitad del camino. Este punto no nos deja avanzar más, si no es saltando sin dudar para llegar al cielo. La falta de decisión nos obliga a volver atrás.
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Dime, te escucho...