Al anochecer
Ojalá y cuando acabe el día lluevan palabras y que éstas detengan las agujas del reloj. Como hacíamos antes, a la vera del fuego o haciendo un corro en la puerta de casa, nos contaremos historias mientras Venus se hace visible y enciende la noche.

Noche de espirituales negros

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Hubo otras que mencionaban sin cesar «las orillas del Jordán», «los campos de Canaán» y «la nueva Jerusalén», pues la mente de los negros, apasionada e imaginativa, es siempre atraída por himnos y expresiones de naturaleza vívida y pintoresca; y, mientras cantaban, algunos se reían, algunos lloraban y algunos batían palmas o se estrechaban las manos con alegría, como si realmente hubieran alcanzado el otro lado del río.…………….
(Harriet Beecher Stowe :La cabaña del tío Tom, capítulo IV, Una tarde en La cabaña del tío Tom)


Anoche, el ángel del campanario de la iglesia de Sta. María, reía contento al contemplar la riada de gente que nos acercábamos una vez finalizada la misa vespertina. Los vilafranquinos estábamos convocados, dentro del marco de las fiestas de invierno dedicadas al copatrón San Raimon, a disfrutar de una noche de espirituales negros. A mi parecer, el recinto, que normalmente nos invita a observar y sentir la espiritualidad, era el lugar apropiado para que las voces tristes y dramáticas, consiguieran que el cielo descendiera sobre la tierra. El altar se llenó de ocho corales y la Joven Big Band. Ciento veinte personas en total, cantando a coro, acompañados por unas notas que estremecían, me emocionaron hasta el punto de sentir un gusto salado en la boca.
Los recuerdos revolotearon con cada nota por un espacio vacío de luna porque, por aquellas cosas de la vida, esta era muy negra, afuera. Se arrastraron por los aires de la iglesia, confundiéndose con la negrura de los cantos, magistralmente interpretados por blancos. El crepúsculo esclavo; el ocaso de guerras y plantaciones de algodón; la luz de las canciones de cuna y la fiesta de los entierros, pasaron ante mis ojos hasta llevarme a un lugar especial. Me pareció divisar en la lejanía a la tía Cloe, los niños, el “señorito” George y Tom. Con ellos aprendí a sacarme un trocito del velo que me cegaba, en una época en que se me despertaba la capacidad emotiva.
Paralelamente, seguía la evolución de aquella música negra, desde un canto tradicional Zulú hasta el emblema del gospel, Oh Happy Day. La última nota, me descubrió todo lo que había soñado.
4 comentaris:

Que buen momento desvistes de vivir, me hubiese gustado estar allí.
Ahora mismo me estoy bajando la película de la Cabaña del tío Tom.
Besos amiga


Estoy con un libro ubicado en la guerra de secesión. El próximo... ¿La Cabaña del Tío Tomo?


Qué evocadora puede ser la música ¿verdad? y qué fuerza para pulsar en nuestro ánimo las teclas más sensibles y recónditas...

Un besazo, Pilar

ah! y gracias por tu invitación. Y que la acepto gustosa


Mari-Pi. Fue un momento de aquellos que te dibujan una sonrisa difícil de borrar. La película no está nada mal, pero cuando puedas busca el libro. Petons!

Rafael. Elegir un libro no es nada fácil. Mejor deja que sean ellos los que te elijan a tí.

Almena. La música es uno de los mejores inventos. La "mía" tiene sus raíces en una trompeta. Ya hablé tiempo atrfás de ella.
¡Gracias por al aceptación! Ha quedado "de dulce"


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