Que sea tozudo a los ocho años, a los treinta, a los cincuenta o a los setenta, es normal, y ya sabemos que este aspecto del carácter acostumbra a acentuarse con la edad; pero que lo sea después de muerto pasa de la raya.
El sonido se extiende por la sala siguiendo el ritmo de la oratoria. El cuentacuentos mantiene muy bien el equilibrio y nos arrastra hasta el final manteniéndonos expectantes. La savia del cuento se me adentra, convirtiéndome en auditorio sensible por el que circula la particularidad de una prosa que me resulta fácil leer y escuchar. La encuentro efímera y muy bien encadenada, en todos y cada uno de los textos escogidos. En algunos, la muerte se desmitifica en un estallido de cotidianidad y me arranca la sonrisa.
Vuelvo a leerte, Jesús, reproduciendo el reciente sonido, grabado en la memoria, de tu voz. Siempre he admirado el tradicional oficio de cuentacuentos.
16/9/11
Se relaja escuchando cuentos...
Petons!
19/9/11
Mucho, Tatuagem. Por lo menos a mí, que em encanta que me los cuenten,,,Más que leerlos. Si puede ser "con voces" mejor.
Petons, maca!
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Dime, te escucho...