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(Refrán: En un mundo de Ciegos, el tuerto es el rey)
Hace un calor sofocante cuando voy al centro de día a buscar a la Mujer Olvido. Durante el trayecto la imagino vagando mientras... ¿me espera? No puedo evitar pensar también en aquellos que la acompañan sufriendo la maldita enfermedad convertida en una epidemia que extiende una red en la que caen las personas sin que, al día de hoy, se pueda evitar. Cuando paso por “la muralla”, en la calle de la Beneficencia, recuerdo a Teresa, que ya no anda y grita sin que nadie la oiga; a Ivonne, que me mira elegante desde una foto, y a Feli, que hace muchos años que vive entre la cama y la silla de ruedas, y, a pesar de todo, se agarra a la vida con una gran fortaleza. Me emociono al pensar que no existo para ellas y que un día, al revolver una esquina, dejé también de existir para la Mujer Olvido, Isabel.
El ansia y la espera de no se sabe qué, causa estragos en la gente que vagabundea como ella y se mueve tratando de llegar a algún lugar fresco. Vagan por los pasillos del tiempo, mirando de reconocer algo de su vida y de la de los otros. Ignoran todo y a todos porque el espacio donde deambulan es complejo y no se les entiende. Les cuesta captar las señales de su entorno y, probablemente, se encuentran sólo en un lugar en que ellos y el resto configuran mundos individuales y opuestos.
Aquello que llamamos destino, convertido en un pirata tuerto, les ha secuestrado y les obliga a surcar por las regiones ignotas de un mar tempestuoso, que les deslumbra con una luz que recula hasta dejarlos ciegos. El pirata tuerto, arrogante e irrespetuoso, se jacta de ser el rey de aquella tierra de nadie. La corte ve borroso y el pueblo es ciego porque viven ignorando aquella realidad, apoltronados en cómodas butacas; lo cual les impide hacer nada por aquellos seres tan necesitados, piensa divertido, observando los ojos de la irracionalidad que les ha crecido a las espaldas, que les obliga a huir constantemente y les imposibilita de reclamar el sentido común o la unidad. La única esperanza con que podrían luchar contra él. ¡Es tan poderoso, el azar ladrón de sonrisas...!
Los seres olvido secuestrados navegan a simple vista, asustados de encontrar según a quién que les hará un lío con las preguntas de siempre, con palabras que les hace perder la poca libertad que les queda porque no existe ninguna ley que las prohíba. Sienten el rechinar de dientes cuando las voces articulan los altisonantes interrogantes que componen una cháchara estéril al revolver las esquinas del tiempo: ¿Me conoces? ¿Sabes quién soy yo?...Ojalá que respondieran: “Te conozco y sé quién eres; tú me conoces y no sabes quién soy, pero da igual”; no lo hacen. ¿Por qué no se les ocurre a los interrogadores que no lo tienen por qué saberlo? ¿Nadie se da cuenta que tiemblan al no encontrar la respuesta? Los resortes que podían usar para liberar el pensamiento están averiados y les incapacita de entender o de conocer nada ni a nadie en aquel mundo que los contempla y les impide participar. Por eso acostumbran a responder, desorientados, con un tímido “hola” o un “sí”; también lo hacen con el silencio convertido en una caja donde guardan lo que vivieron. Para llegar, hay que encontrar una llave que está escondida en las profundidades del cerebro. El destino pirata les ha desposeído de ellos mismos, vistiéndolos de una soledad interior que los aliena. No saben que están oprimidos, por lo tanto, no conocen la promesa cruel de un más allá todavía peor del que están viviendo. Tampoco se dan cuenta que pasan por una situación inaceptable, en un mundo autómata que les enfrenta al silencio. Al fin y al cabo, ¿para que sirven las palabras en aquella trvesía desequilibrada y paradójica donde un rey caprichoso destroza vidas?
Afortunadamente, nada es lo que parece y el viaje lineal sin regreso, sin ningún Ítaca, les transforma, pero no puede borrar el mundo de los sueños ni el de las ideas, lugares donde todos los seres imaginan futuros comunes y andan en libertad. Hace mucho tiempo que el libre albedrío les visita y les ha enseñado a asociarse, a investigar, a hacerse preguntas, a interesarse por los otros, a desestimar la casualidad que en un juego de palabras se convierte en causalidad y quiere ser protagonista en vez de víctima. Allá no se cumple el dicho de “En un mundo de ciegos el tuerto es el rey”. Las palabras no se articulan en la garganta sin emitir ningún sonido; ocupan lugares en el silencio y buscan el orden y la magia. Dibujan paisajes con diferentes significados: Idea, Investigación, Asociaciones, Actividades, Psicoestimulación, Ayudas... Cada una de estas palabras son las muletas de los seres olvido y les borran los ojos de la espalda, cosa que les permite mirar al frente y continuar la travesía por otros mares menos tempestuosos, donde flotan las nubes de la lógica del bienestar. Los seres olvido no tienen que decir: “Explícame quién soy y que hago aquí porque no tengo recuerdos”, porque les ayudan a crear un conjuro ante las amenazas de la vida y de los tiempos con grandes dosis de flexibilidad en la planificación de actividades y analizando los factores ambientales y biológicos que les pueden inquietar.
Es entonces cuando la paz llega, ajustando cuentas con el pasado
16/2/11
Como siempre, Pilar, con esa sensibilidad que imprimes en cada uno de tus escritos, has desmenuzado el tema hasta convertirlo en polvo que cala en el lector.
Leyéndolo he creído sentir que mi capacidad de comprensión crecía, y que tu artículo me llegaba como una guía de actuación ante momentos en los que no sabes muy bien como actuar. Aunque (no sé bien por qué) siempre he eludido hacer esas preguntas que inquieren y que requieren y que siempre se me han antojado como imponer un esfuerzo máximo a quien te mira así, con sonrisa de niño desorientado...
¿sabes? pienso que sería un artículo magnífico para incluir en una guía destinada a familiares... no sé. Creo que cala y que aclara.
Petons y ¿abraÇadas? ¿lo digo bien?
:)
16/2/11
Gracias, Almena. Ojalá y no te veas nunca obligada a aprender sobre enfermedades como la del Alzheimer. Por mi experiencia puedo asegurar que es de las más duras que hay. Arrasa con todo, como los huracanes. Lo peor es que se vive desde la impotencia de saber que no hay remedio y que el paso de los días juega en contra siempre. Y no hay que asocarla a la vejez. Es un error. La enfermedad empieza cuando aún se es joven lo que ocurre es que dura tanto, que acompaña hasta la vejez. Mi madre empezó a "irse" cuando tenía 67 años. Éste verano cumplirá 80. ¿Que agotador!
Tengo unos cuantos cuentos que nacieron para aclararme por lo que estaba pasando. El hecho de leerlos me permitía percibir cosas imposibles, en el día a día. Algunos los he compartido. Otros no. Espero haber conseguido abrir los ojos a otras personas. Si así ha sido, me doy por satisfecha...No me han dicho nunca nada. Cuesta tanto leer...Y más si no hay dibujos. Sonrío.
Petons i abraçades! Lo dices y lo escribes perfectament. No se nota que eres de Madrid. ^0^
Gracias por escucharme.
18/2/11
Hay que aggararse la vida con las últimas fuerzas. Lindo texto Pilar! Petons!
19/2/11
Gracias, Tatuagem. Abraçades!
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Dime, te escucho...