Te contemplo, agarrado a la silla, indeciso, observando el mundo exterior en el que juegan unos niños. Algún día participarás en juegos de grupo, de momento exploras, incapaz de escuchar ninguna otra persona que no seas tú. Eres tan pequeño, todavía. De repente te das la vuelta y vienes corriendo hacia mí ofreciéndome el chupete. Esta curiosa manera de mostrarme que me quieres me recuerda un payaso al que admiraba. ¿Sabes que él también tenía una silla? Y una guitarra, y una narizota roja y cuadrada...Acepto el chupete, ya que es tu gesto de socialización, te cojo en brazos y te hago cosquillas. Con tu lengua de trapo, me pides que te cuente un cuento. Había una vez un payaso que tenía una peluca naranja, la narizota cuadrada y roja y llevaba consigo una silla y una guitarra. Se movía con dificultad porque se pisaba los enormes zapatones que calzaba, al caminar...Entonces me pongo el chupete en la boca y empezamos a jugar. Como ríes cuando me lo quitas y aúllo, como hacía el payaso Rivel. Me lo pones y me callo, me lo quitas y vuelvo a aullar. Y así pasamos el rato hasta que te cansas y vuelves a irte hacia la silla. Te agarras bien fuerte y juegas tú solo a explorar el mundo.
La palabra es su poder creador
Hace 1 día
20/6/12
Hola Pilar, me alegro de verte por tu espacio, el juego del payaso lo he encontrado muy gracioso y dulzón.
Besos
2/7/12
Mari-Pi. Gracias.
Giancarlo. Bienvenido. Te deseo lo mismo. Feliz semana.
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Dime, te escucho...